Hace ahora un año, sin ni mucho menos quererlo, Alejandro fue protagonista de una de esas noticias que saltan a primera plana. Con solo 14 años, se convertía en A Coruña en el primer receptor de un trasplante cardíaco tras dos meses conectado a un corazón artificial mediante una técnica nunca antes probada en niños en España. «Gracias a Dios, va todo muy bien», cuenta ahora la madre.
De Almería, Isabel y Vicente estaban de veraneo en Vigo con sus tres hijos cuando, de repente, Álex se desplomó en medio de la calle. Sufrió un síncope. En el hospital olívico enseguida se dieron cuenta de lo irreversible de la situación y lo trasladaron al Teresa Herrera, donde, casi sin alternativas, decidieron colocarle un corazón mecánico como solución de urgencia. Era jueves y confiaban en que ese mismo fin de semana aparecería un órgano. Pero tardó 60 días en llegar.
«Lo peor fue la espera», confesaba uno de los cirujanos cardíacos que lo operó, Carlos Velasco. «Dos meses se hacen muy largos», decía la madre sobre el caer de los días cuando su hijo, en urgencia cero y con prioridad absoluta para recibir el primer corazón compatible que apareciese en cualquier punto del país, agotaba alientos. Sesenta días permaneció el chico en la uci del materno del Chuac prácticamente sin poder moverse porque esa asistencia ventricular pionera y mínimamente invasiva que le permitía seguir latiendo a la espera del trasplante conectaba su pecho con su pierna izquierda. Le abrieron una incisión en el costado, localizaron la punta de su corazón y le introdujeron una cánula por la que extraerle la sangre y devolvérsela a través de la femoral ya a la presión precisa para que no se resintiesen sus órganos. Un puente que lo mantuvo dos meses atado a la vida hasta que el 7 de septiembre llegó, al fin, un corazón para Álex.
«Hay que destacar la oportunidad que tuvo el chaval», señala Fernando Rueda, coordinador de Cardiología Pediátrica del Chuac, por la fortuna de contar con un programa de trasplante cardíaco infantil que solo existe en media docena de centros del país. «Para él fue una sorpresa desagradable encontrarse en una situación tan crítica, pero gracias a la coordinación entre los hospitales de Vigo y Coruña pudo ponerse una asistencia inmediata muy urgente; esto, desgraciadamente, en otros muchos sitios no hubiera sido posible». Recuerda de aquellos días «lo difícil que es tomar la decisión de trasplantar a estos pacientes», ya que muchas veces están aparentemente estables, pero rápidamente empeoran hasta llegar al límite del compromiso vital. Destaca la labor de tanto personal anónimo imprescindible, y de los cirujanos que apostaron por probar una vía nunca explorada antes en España en críos, que le permitió llegar al trasplante. «Se intentó dar toda la asistencia necesaria a la familia desde el punto de vista humano, algo que fue posible gracias instituciones como la Fundación María José Jove», indica en alusión a la entidad que dio cobijo a los padres en su Hogar de Corazones. Agradece Rueda la labor de cuantos participaron en dar la vuelta a una situación desesperada, desde el personal de laboratorio al de quirófanos o la uci, de los patólogos a las enfermeras, porque «al final, el trasplante es el resultado de un montón de trabajo de un montón de servicios, y de la coordinación y la profesionalidad de todas estas personas».