En enero del 2023 se ponían en marcha en Galicia los llamados equipos de soporte de atención domiciliaria (ESAD). En el área sanitaria de Pontevedra y O Salnés funcionaron durante los doce meses de contrato, sufragados por la Xunta con fondos europeos, cuatro unidades, cada una formada por dos enfermeras. El servicio, enfocado a zonas rurales, continuará al menos seis meses más ahora con financiación del Sergas. Si cuando arrancó fueron las profesionales Sonia García Buceta y Blanca Luaces Ibáñez, del equipo 2 (con base en Arcade), quienes contaron cómo era esa atención en las casas de los pacientes, ahora son sus compañeras Ruth Juncal Fariña y Raquel Barreiro Ramos, del equipo 1 (con base en Forcarei), quienes hacen balance.
La cita con ellas es en el centro de salud de Tenorio, en Cerdedo-Cotobade, en una fría mañana de viernes en la que el termómetro marca 2 grados y todo está helado alrededor. En el exterior está el Volkswagen Polo rotulado que emplean para los desplazamientos. Ambas enfermeras son eventuales en el Sergas. Ruth, de Pontevedra y de 37 años, relata que le apetecía un cambio y que se animó a probar. «Me gusta el contacto con el paciente, yo venía de geriatría y me apetecía la idea de poder aportar algo», dice. En el caso de Raquel, de 32 y natural de Forcarei aunque reside en Vilagarcía, le llamaba la atención la asistencia domiciliaria y que se tratara de un proyecto nuevo.
Durante el pasado año hicieron 2.451 visitas en sus casas a usuarios de los ambulatorios de Forcarei, Cerdedo, Cotobade, Campo Lameiro, Soutelo de Montes, Carballedo y Tenorio. Confiesan que en la recta final del 2023 tenían muchas dudas acerca de que el servicio pudiera continuar, por lo que están contentas porque creen que se ha demostrado que la atención domiciliaria en el rural es necesaria y puede aportar mucho.
Recuerdan cómo fueron los comienzos. «Uno de los problemas al principio cuando los llamábamos para concertar la cita era que pensaban que los íbamos a estafar. Así que decidimos llamar al centro de salud para que fueran los enfermeros de cada consultorio los que los avisaran», comenta Raquel. Aunque inicialmente el cometido de las conocidas como enfermeras rurales era hacer valoraciones geriátricas e identificar necesidades para, de ser necesario, derivar a otras unidades, sus funciones se han ido ampliando. «También sacamos carga de trabajo a los centros de salud con analíticas, curas, controles de sintrom y educación sanitaria. Muchos son enfermos crónicos que llevan mucho tiempo en esa situación y el domicilio da mucha información. También hablamos con los familiares y cuidadores sobre sus necesidades y dudas», explica Ruth. A veces toca hacer más de psicóloga con pacientes que tienen una enfermedad que no tiene cura, como la esclerosis lateral amiotrófica (ELA). «En ese caso son visitas de cortesía para hablar e intentar calmar la ansiedad. Otras veces hacemos de intermediarios para gestiones con otros servicios del hospital».