Fuente: El País
Cuando tenía 36 años, Marc Gauthier, un ciudadano de Burdeos (Francia), empezó a tener problemas de movimiento y coordinación, temblores y rigidez. Le diagnosticaron un párkinson muy precoz. A comienzos de siglo, le hicieron un doble implante en el cerebro. Por un lado, le instalaron un generador de dopamina, neurotransmisor clave en la organización del movimiento, y a la vez un estimulador cerebral profundo (ECP) en los ganglios basales, la parte del cerebro que debería producir dopamina de forma natural. Pero, tras una mejoría, las caídas volvieron e incluso se agravaron, también la incapacidad de levantarse o los continuos bloqueos mientras caminaba.