Sólo cuando conocemos, valoramos; sólo cuando vemos, comprendemos; sólo cuando entendemos, solucionamos. Las enfermeras de la sanidad penitenciaria se sienten invisibles, desconocidas y, por lo tanto, escasamente reconocidas. Muchas sufren el mismo estigma que sus pacientes. “Nosotras no los vemos como delincuentes. Su dignidad está ante todo”. Las paredes de la prisión limitan la libertad de sus internos, pero encierran también el rconocimiento a un trabajo impagable de cientos de profesionales de la enfermería.
Una de esas profesionales es la supervisora de enfermería del Centro penitenciario de Teixeiro, en la provincia de A Coruña. Mari Luz Campos lleva más de 20 años entre las paredes de una prisión. Pero ella entra y sale todos los días. Cuando termina su jornada laboral deja atrás cientos de personas que la conocen por su nombre, “doña Mari Luz”, y que sí valoran su labor. “Nadie sabe lo que se trabaja aquí. ¿Miedo? Yo nunca he tenido miedo en prisión”. Otro estigma más. La entrevista derriba uno tras otro con la misma contundencia con la que se han ido abriendo y cerrando a nuestro paso las puertas de la prisión hasta llegar al enorme y completo módulo sanitario.
-¿Cuál es el estado actual de la enfermería penitenciaria?
Estamos en un momento de transformación con la irrupción de la telemedicina. Nos estamos intentando adaptar a la hora de atender una población numerosa, con unas características muy especiales y muy demandante. Pero la cobertura de enfermería no está en su peor momento.
-¿Cuántos sanitarios trabajan en este centro?
En este centro penitenciario, la RPT (Relación de Puestos de Trabajo) de enfermería es de 13 y está cubierta al completo. De TCAEs es de 10 y tenemos ahora 9 y una interina. El problema lo tenemos con los facultativos. Hay una RTP de 8 y tenemos 4.
-¿Qué población reclusa atienden?
La población oscila entre 950 y 1.100 reclusos.
-¿Cuál es el perfil de estos pacientes?
El perfil es similar al de cualquier centro de salud. Hay un 10 % de población de mayores de 65 años, lo que conlleva una patología de cronicidad que cada vez es mayor. Antes teníamos la idea de que en un centro penitenciario todo era enfermedades infecciosas, drogodependencias… Ahora, no. Hay procesos oncológicos, hay hipertensos, diabéticos, pacientes de coronarias, hay mucho infarto. Todo tipo de patología, igual que en la calle. Eso sí, suelen enfermar antes debido a los consumos y a las enfermedades infecciosas.
-¿Qué es lo que más demandan estos pacientes?
En prisión, la enfermería no se limita a una actividad asistencial. Aquí se prepara y se reparte medicación todos los días. Podemos llegar a repartir hasta 300 al día. Sólo en metadona, 160 dosis diarias. Tenemos mucha población con medicación TDO supervisada: desayuno, comida y cena; por patologías, por perfil del interno, por cómo maneja la medicación…Tenemos también la actividad asistencial normal, actividades de prevención y promoción de la salud, hacemos consultas de enfermería de distintos programas y estamos siempre a disposición del interno. Al vivir aquí y tener un acceso de 24 horas al personal sanitario, son más demandantes. Están acostumbrados a dirigirse directamente al profesional. Después está el plano psicosocial, que aquí es muy importante. No sólo vienen a recibir una atención sanitaria. Vienen a hablar y a desahogarse.
-¿Cómo se trabaja con la población sana? ¿Hay posibilidad de hacer talleres, de vigilar la alimentación, de promocionar la salud…?
Hay muchos programas en prisión. Ya desde el equipo de tratamiento, donde hay psicólogos, y en colaboración con las ONGs, se están haciendo, por ejemplo, gimnasia de mayores, actividades deportivas varias. Nosotras impartimos cursos de RCP básica. Durante las consultas haces mucha educación para la salud: dietas, riesgo cardiovascular, drogodependencias…Está todo distribuido en cuatro o cinco programas, pero en una consulta, por ejemplo, de control de tensión puedes pasar por todos esos programas. Es una atención bastante integral.
-¿Cómo es la relación con el preso?
Convivimos con ellos. A profesionales como yo, que llevamos aquí 20 años, nos conocen por el nombre. Hay una parte de residencia sociosanitaria, una parte de hospital y otra de centro de salud. Y una parte de familia en muchas ocasiones. Las enfermeras tenemos más contacto con ellos. Tienen un acceso muy sencillo a nuestras consultas y una relación de confianza producto de mucho tiempo de atención. Una relación de “ayuda” que se les presta y, aunque no siempre, agradecen.
-¿De qué forma limita a la asistencia enfermera el déficit de facultativos?
Bastante. Nosotras somos bastantes más, hacemos bastantes consultas y, claro, bombardeas a los médicos. Cada problema que queremos solventar, cada medicación que queremos cambiar, cada observación que les hacemos van dirigida a una persona. Nosotras, por turno, somos cuatro o cinco. Nosotras asumimos bastante carga de trabajo para intentar que ellos no colapsen.
-Y en esa carga de trabajo que asumís a mayores, ¿puede haber alguna extralimitación del marco competencial de la enfermera?
Intentamos que no ocurra. Los médicos y la dirección, que nos apoya siempre, lo tienen muy claro. Saben hasta dónde podemos llegar y hasta dónde no. Dónde están nuestros límites. Intentamos subsanar lo que puede pasar, pero sin traspasar nunca el límite. ¿Genera más trabajo? Sí, pero hay límites que nosotras somos muy conscientes de que no debemos traspasar.
-En una guardia normal, ¿a cuántos pacientes soléis tratar cada una de vosotras?
Bastante menos que los médicos. En guardia de urgencias, entre 10 y 12. En nuestra guardia normal, aparte de atender urgencias, repartes medicación, haces controles de diabéticos, tienes consultas programadas. Por la noche sólo atiendes urgencias, pero durante el día hacemos un trabajo que está estandarizado desde hace muchos años.
-Y atender a los ingresados, claro.
Todas las tardes, a las seis y media, vienen los diabéticos para su control; a las siete, vienen los internos que toman aquí su medicación, directamente observada; y a las ocho de la tarde, subimos a planta para atender a los ingresados. Ahora mismo hay 59. Como nosotras somos más accesibles, te van explicando cómo se encuentran y los remitimos a consulta médica, si es necesario, y sino, lo solventamos nosotras.
-¿Cuántas camas tenéis en Teixeiro?
Hemos llegado a 73-75 ingresados en enfermería. Ese es el límite, muy forzado.
-Uno de los comentarios que nos hiciste antes de la entrevista es que estabas muy interesada en hacerla para visibilizar vuestro trabajo en el centro. ¿Crees que estáis más invisibilizadas que vuestras compañeras de fuera?
Nosotras no existimos. Para la población, la sanidad penitenciaria no existe. Hay la tendencia ancestral de apartar un poco a la población penitenciaria, de olvidarte de que están ahí. Pero la población penitenciaria es un número demasiado importante. Además, mis pacientes lo serán después de cualquier centro de salud de Galicia. Ayer, ese paciente estaba fuera, hoy es mío, pero dentro de una semana o de 20 años va a ser paciente otra vez del exterior. Se crea una fragmentación en la atención del usuario, de nuestro interno, en la historia clínica, en la continuidad asistencial. Es fundamental que exista esa continuidad, estén o no estén aquí. Hay usuarios que están entrando y saliendo continuamente.
Nosotras hemos conseguido hace un año, gracias a la Subdirección general de sanidad penitenciaria y a la Consellería de sanidade, acceder a la historia clínica del Sergas. Es un avance abismal. Nos permite darle una mejor calidad de atención, de resultados y optimización de recursos. No me parece lógico que pidamos una prueba que se ha hecho dos semanas antes en un hospital, por ejemplo. Muy pocas comunidades tienen un acuerdo de este tipo. Cada vez que voy a un foro nacional, envidian esta suerte. Puedo tener una duda con el paciente que me ha entrado ayer y ahora puedo acceder a su historial, saber qué atención ha recibido en los últimos tiempos, que prescripciones tenía para no cortarle esa medicación.
A veces tenemos que trabajar a ciegas. Ingresa un interno de Castilla y León que pudo tener dos infartos hace dos meses con un determinado tratamiento y yo no lo sé. Y a veces el propio paciente no se acuerda o te lo dice mal. Para garantizar la calidad asistencial es muy importante que haya una historia clínica única para todos.
-Desde el punto de vista reputacional, del prestigio profesional, ¿llegáis a sufrir como profesionales de la sanidad el mismo estigma que sufren los internos cuando salen?
Personalmente, no lo siento, pero sí hay compañeras que lo comentan muchas veces. Cuando dices que trabajas en sanidad penitenciaria, piensan que no tienes el mismo nivel que la que trabaja en la UCI del CHUAC o la que trabaja en el centro de salud de Betanzos, por ejemplo. En congresos, conferencias, en cambio, nos encontramos con la sensación de que la gente quiere saber, porque somos los grandes desconocidos. Nadie sabe cómo se trabaja aquí, qué hacemos. Piensan que nos dedicamos a enfermedades infecciosas y poco más. Para nada. Hasta hace pocos años aquí había niños. Abarcábamos todos los sectores de edad. Muchas veces el interno no quiere salir de aquí. El interno sí nos valora y así nos lo transmiten desde la unidad de custodia del CHUAC. En el exterior, nuestra imagen está entre que no existimos y que hacemos poco.
-¿Cuál es el nivel de permanencia laboral aquí dentro?
Este año cumpliré 23 años en la sanidad penitenciaria, entre Ourense y Teixeiro. De los que han entrado, nadie se ha ido. Tenemos una compañera que se fue al Sergas y volvió. De las enfermeras que componemos este equipo, hay especialistas en pediatría, en enfermería comunitaria y hubo especialista en salud mental, que ahora mismo no tenemos. Aquí hay mucho traslado. Somos todos funcionarios de carrera, por oposición libre, dependientes del Ministerio del interior. No hay concurso de méritos, con lo cual entras si has aprobado la oposición. Sí veo que la gente que aprueba la oposición, es gente muy especializada, opta por esto como una salida más y se queda.
-Hablabas antes del excelente trato que hay con la dirección del centro penitenciario. En una jerarquía tan piramidal como es la de una prisión, ¿cómo es exactamente esa relación del día a día con la dirección y el resto de funcionarios?
Aquí somos todos compañeros. La dirección es fundamental, es lo básico para el funcionamiento de una prisión. Nosotros aquí podemos presumir de que la dirección se involucra al mil por mil en la parte sanitaria, que no todos los directores la tienen en cuenta. Pese a su importancia, hay quien prioriza la parte regimental, la parte del tratamiento, que también son importantes. En nuestro caso, la dirección nos escucha, tiene en cuenta nuestras opiniones, la comunicación aquí es fluida. Así es más fácil trabajar, obtener buenos resultados y cumplir objetivos.
-¿Cómo trabajáis con los presos considerados más peligrosos?
Hay que tener siempre precauciones. En los cursos, en las prácticas antes de las oposiciones, insisten en la precaución. Pero a mí me parece fundamental considerar al usuario como tal, sin tener en cuenta el delito que haya cometido. La dignidad del paciente está ante todo. Tenemos en cuenta las medidas de seguridad, pero no nos obsesionamos. Para nosotras es un paciente, no lo vemos como un delincuente. Aunque sí vivimos situaciones tensas, complicadas, intentamos mantenernos a un lado y verlo como un paciente, no como un preso.
-¿Cuál es la situación más grave que has vivido en estas algo más de dos décadas en Teixeiro?
Hemos vivido varias. Es una prisión de alta seguridad. Hay presos difíciles de manejar. Se viven situaciones conflictivas y tensas. Casi siempre es violencia verbal, pero también hay violencia física. Viven aquí encerrados y a veces se tensionan. Hay mucho enfermo psiquiátrico que no controla sus impulsos. Quien peor lo pasa en ese momento es el funcionario de vigilancia, que es el primer escudo. Yo padecí en una ocasión a un paciente que se puso un poco nervioso y se alteró durante una cura. Como sanitarios quizás tengamos otra visión y comprendemos que la alteración de una persona puede proceder de su problema de salud. Yo nunca he tenido miedo en Teixeiro. En estos 23 años nunca he pasado situaciones de miedo.
-¿Cuáles son los principales retos de la enfermería penitenciaria?
Que se nos conozca, que se nos valore, que haya fluidez entre los distintos sistemas sanitarios. Aquí convivimos y trabajamos día a día con el Sergas. Nosotros hacemos la atención primaria y ellos, la atención hospitalaria. La comunicación tiene que ser fluida para que, como profesionales, podamos dar un asistencia de calidad, de garantías y que cada vez sea mejor. Tiene que haber transferencia de conocimientos, que no haya una fragmentación entre lo que nosotros sabemos y lo que sabe el Sergas de cada paciente. Con medicina interna del CHUAC, por ejemplo, vemos una analítica que nos preocupa y puedo hablar directamente con la internista. Es fundamental que el resto de profesionales sanitarios con los que trabajamos sepan lo que hacemos aquí y que entre todos mejoremos la sanidad para unas personas que hoy son internos y mañana serán usuarios generales del sistema.
-¿Cómo animarías a una estudiante de enfermería que diese el paso a conoceros?
En este centro nunca ha habido estudiantes, pero sí que se rota, tanto en MIR como en EIR, dentro de las prisiones para la realización de prácticas. De los compañeros que están trabajando aquí, cinco han hecho prácticas en centros penitenciarios y los cinco se han decantado por la sanidad penitenciaria. En mi caso, yo trabajaba en el Sergas, pero quería conocer más cosas. Estuve en el 061 y aquí vine de rebote a hacer una sustitución y al final me quedé. Y eso le ha pasado a muchos. Una vez que conoces y ves lo que hay, te das cuenta de lo poco que sabes. En ningún momento se cree que aquí se puede desarrollar la enfermería. Todo el mundo piensa que en una UCI puedes desarrollar tus habilidades, tus conocimientos y en prisiones, no. Y aquí se pueden desarrollar muchas especialidades enfermeras.
-¿Qué fue lo que te convenció en ese período de sustitución para quedarte?
A mí siempre me ha gustado más la atención primaria que trabajar en un hospital. Ese acceso a los pacientes, que sean prácticamente los mismos, la atención integral, la forma distinta de trabajar es lo que me convenció. Siempre he echado en falta en atención primaria, claro que hablo de hace ya muchos años, la independencia. Aquí, aunque trabajemos en equipo, tienes capacidad para desarrollar programas, te dan facilidades para atender al paciente de forma integral, se forman equipos de trabajo muy estables. De las trece compañeras, ocho llevamos 15 años juntas. Nos conocemos y es mucho más fácil trabajar. Desarrollar aquí la enfermería es más satisfactorio. Ves más los resultados y sigues viendo a los usuarios aunque el problema de salud se haya resuelto.
Una última puerta de Teixeiro se cierra a nuestro paso. Tras ella queda Mari Luz y su mensaje final: “Necesitamos que se nos conozca”. Un muro demasiado alto y recio.