David González, matrón en el área de Ferrol: «Aunque sea hombre, puedo entender el dolor de regla mejor que algunas mujeres que no lo sufren»

Fuente: La Voz de Galicia

¿Puede haber algo más reconfortante que ejercer una profesión en la que uno siente que ha «acertado de pleno» y que «día a día se convierte en una fuente de alegría»? Son las palabras que salen de boca de David González Martínez (Viveiro, 1992) al referirse a su pasión por la matronería, una profesión en la que reconoce que es un «rara avis» (solo hay dos hombres matrones en el área de Ferrol y él es el único que ejerce en atención primara), aunque eso nunca ha supuesto un problema. «Lo que que le importa a la mujer es recibir una buena atención, no la raza o el sexo del profesional que la atiende», recalca David González. Tras tres años de experiencia laboral en Navarra, llegó a la comarca en el año 2020, y desde entonces, ha pasado por la planta de partos del Marcide y por varios centros de salud , entre ellos el de Narón, donde presta consulta actualmente.

—Su madre también es matrona, ¿heredó de ella su vocación?

—Mi madre me influyó muchísimo, porque la tenía de referente en casa y yo veía que ella era feliz con su trabajo. Los dos somos muy parecidos en cuanto a personalidad, porque tenemos un carácter risueño, empático, dicharachero, gregario y de atención a los demás.... Y entonces pensé que si a ella le llenaba esa profesión, seguramente a mí también me podía funcionar. Pero no fue el único factor. También pesaron muchas las circunstancias que había cuando terminé la carrera. Por aquel entonces era más fácil encontrar trabajo como enfermero especialista que generalista y, tras barajar la posibilidad de especializarme en salud mental, finalmente me decidí por la matronería. ¿Por qué? Básicamente por el carácter positivo inherente a esta especialidad, ya que la mayoría de mis pacientes no están enfermas ni les pasa nada malo.

—¿Siente entonces que fue su madre la que le enseñó a amar la profesión?

—Verdaderamente aprendí a amarla con el ejercicio profesional. Cuando empecé la especialidad yo no había visto ningún parto, pero ahora puedo decir que acerté de pleno, porque no cambiaría mi profesión por nada del mundo. Lo que sí me enseñó mi madre fue la pasión por el trabajo, la dedicación a los demás y la importancia de estar al lado de las mujeres. El feminismo me lo inculcó ella al 100%.

—¿Recuerda cómo fue su primer parto como matrón?

—Fue una experiencia increíble la verdad, porque como ya mencioné no había visto ninguno hasta la propia residencia. Lo que más me emocionó y a decir verdad me sigue emocionando a día de hoy es la cara de las madres al ver por primera vez a sus hijos. Es indescriptible, al final llevan esperando ese momento por lo menos nueve meses y culmina en uno de los momentos más únicos en la vida de las personas. Fue y sigue siendo maravilloso.

—¿Alguna vez ha sentido rechazo por parte de las pacientes por el hecho de ser hombre?

—En el 99 % de los casos, no. Sí es verdad que en ocasiones te encuentras con personas que demuestran reticencias, ya sea por tradición o por cultura, pero son las menos. Y también es verdad que muchas veces, cuando entran en la consulta y me ven por primera vez, a muchas mujeres se les pone una cara de ‘me esperaba una mujer'. Eso les puede echar para atrás al principio, pero cuando llevas cinco minutos hablando con esa persona y ella ve que la tratas con empatía y muestras interés por ayudarla, enseguida se le olvida que está delante de un hombre. Lo que les importa es cómo las trates y qué clase de profesional seas, mucho más que el sexo que tengas.

—¿Siente que gracias a su profesión entiende mejor a las mujeres que otros hombres?

—A ver, yo nunca fui de ese tipo de hombres que dicen: ‘Es que no entiendo a las mujeres' En ese sentido yo ya tenía una cierta andaina por todo lo que me inculcaron en casa. Pero sí es cierto que luego, hablando con mis amigos, me doy cuenta de que su grado de conocimiento sobre, por ejemplo, los dolores menstruales o las dificultades que tiene una mujer para dar el pecho, es mucho menor que el mío. Yo no he tenido la regla en mi vida, porque es algo que no puedo vivir, pero, aunque sea un hombre, puedo entender mejor cómo es el dolor de regla que otras personas. Que mis amigos seguro, pero también que algunas mujeres que nunca han sufrido ese dolor. Un nefrólogo no tiene que tener un cólico de riñón para entender lo que supone ese dolor. Pues con esto es lo mismo. Es la empatía y la experiencia de haber visto a cientos de personas que sufren ese problema lo que te hace entender y compartir con ellas esa vivencia.

—¿Por qué hay tan pocos hombres en su especialidad?

—Tal vez porque conlleva meterse en un mundo muy femenino. Y para la mayoría de los hombres, la salud de la mujer es un mundo totalmente desconocido. Es como si una mujer decide ser uróloga. Puede elegirlo conscientemente porque le gusta la especialidad, pero sigue siendo algo excepcional porque no es la realidad que ella vive. Además, creo que hay que tener una cierta sensibilidad y una forma de pensar distinta a los estándares para querer entrar en un mundo en el que vas a estar rodeado de mujeres. Siendo hombre se presupone que no tienes unas características tradicionalmente ligadas a las mujeres, aunque muchas de esas creencias están desmontadas, pero sí puede pesar. 

—¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?

—El sentirme útil y poder ayudar. Ver que una persona que viene a mi consulta sale mejor de lo que se sentía al entrar es la mejor recompensa.

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